A lo largo de la historia las formas de trabajo han cambiado, por quién es realizado, con qué recursos se ha contado para realizarlo, la existencia de remuneración o no, etc. El trabajo, al igual que todos los aspectos de distintas sociedades, se mueve bajo el sistema de género, que al asignar roles distintos a los géneros, también “prepara a hombres y mujeres para distintos trabajos” a los unos, en la esfera pública (remunerada y reconocida) y a las otras en la esfera doméstica (ni remunerada, ni reconocida). Gracias a la perspectiva de género se puede observar que el trabajo esta recorrido por la división sexual del trabajo.
Es en el surgimiento del capitalismo cuando el trabajo asalariado se desarrolla como una forma especifica dentro de este sistema, así “el trabajo asalariado ha pasado a ser casi exclusivamente la única actividad designada como trabajo, aunque la mayoría de las familias (y las mujeres) realicen mayor número de horas de trabajo no asalariado (básicamente doméstico) para subsistir.” [1] Las dos esferas aparecen divididas según la variable sexo, pasando a ser denominado trabajo, el trabajo productivo (desarrollado mayoritariamente por los hombres), de esta manera se crean familias dependientes de los ganadores del pan, es decir, “la mayoría de las familias pasan a depender de un salario, las mujeres pasan a depender económicamente del marido (...)” [2]
Una definición que no aporta esta visión sesgada es la realizada por Recio, según la cual, “el trabajo constituye en todas las sociedades la aportación específicamente humana que conjuntamente con los recursos naturales, permite obtener los bienes y servicios necesarios para la satisfacción de las necesidades humanas” [3] En esta definición tienen cabida todas las formas de trabajo, ya que su eje son necesidades humanas y no el beneficio como ocurre actualmente.
Cristina Borderias tiene en cuenta los análisis que se han realizado sobre el trabajo doméstico y sobre el trabajo asalariado, ambos casos están recorridos por una perspectiva masculina. Así por ejemplo, las ciencias domésticas de EE.UU., han llevado el modelo masculino del mercado laboral al trabajo doméstico, teniendo “como objetivo la introducción en el espacio doméstico criterios de eficiencia, productividad, rentabilidad.” [4] Por otro lado, los estudios marxistas sobre el trabajo doméstico, tratan de llevar las categorías clásicas de esta teoría (plusvalía, valor, producción de valores de uso, etc.) para analizar el trabajo doméstico; el hecho de tener tan presente el mundo masculino del trabajo, el trabajo doméstico se ha invisibilizado; el marxismo pedía la incorporación de la mujer a la esfera pública para ser consideradas sujetos históricos, por lo que el trabajo doméstico era considerado negativo, improductivo,... por lo tanto en esta concepción ha influido la visión masculina del trabajo. “En ambos casos, el trabajo doméstico aparece desvalorizado: cuestionando su valor económico, la lógica de su organización, su papel en el desarrollo social e histórico.” [5] Son también dos los análisis sobre el trabajo asalariado, el primero de ellos, el mercado dual, expone que hombres y mujeres estamos en el mercado, de hecho tendemos a él, pero en él las mujeres ocupan el segmento secundario, aquel que es peor remunerado, que tiene menor prestigio, etc. mientras que los hombres ocupan el segmento primario, apareciendo éste como responsable económico. Desde la otra concepción, la marxista, las mujeres también aparecen como segmento secundario bajo el concepto de “ejercito de reserva”, éstas se pueden incorporar al trabajo asalariado en cualquier momento sin provocar conflictos (en épocas de guerras, mortalidad,...) para luego volver al trabajo doméstico. Estas dos concepciones ven al trabajo doméstico como subsidiario del trabajo productivo.
Las mujeres en la actualidad tienen cada vez una mayor presencia en la esfera pública, se han incorporado al trabajo asalariado, pero no hay que olvidar que hoy en día seguimos viviendo la división sexual del trabajo, hoy en día las mujeres cobran menos que los hombres por la realización de un mismo trabajo, la población activa femenina sigue siendo inferior a la masculina, los puestos de trabajo del sector servicios mayoritariamente están realizados por las mujeres, muchos de estos trabajos son la externalización de actividades que las mujeres realizan en la esfera doméstica (cuidados, atender necesidades personales, etc.), cualidades que se han transferido al mundo de la producción, los puestos de poder siguen estando mayoritariamente en manos de los hombres, etc.
Las mujeres en la actualidad son las encargadas del trabajo doméstico al tiempo que muchas de ellas realizan también trabajo productivo; la subjetividad femenina ha estado desvalorizada, así por ejemplo, el modelo emancipacionista “partía de un modelo de trabajo abstracto, asexuado, neutro", considerando que la supresión de la discriminación, pasaba por la “superación” de la división sexual del trabajo a través de la “incorporación” de las mujeres a todas las profesiones, lo que significaba (...) una homologación con el modelo masculino (...) y la negación de la diferencia de género y la especificidad del trabajo femenino” [6] Es importante revalorizar la doble presencia de las mujeres, y no hablar de doble jornada, ya que el hecho de estar en las dos esferas hace que la persona sea capaz de gestionar ambas esferas. El hecho reside en no presentar a las mujeres como víctimas sino resaltar sus potencialidades.
Los hombres también deberían acceder a esta doble presencia, ya que como hemos dicho es un aspecto que enriquece, que una persona se desenvuelva bien en el ámbito de los cuidados, afectivo, doméstico y en el productivo, hace tener una vivencia plena; el dar más valor a lo afectivo en la sociedad en la que vivimos puede hacer que la sociedad se fije más en el bienestar de las personas, es necesario encontrar formas de articular lo público y lo privado entre hombres y mujeres, para hacer desaparecer el sistema de géneros, es decir, dejar de asignar “lo propio” a cada sexo.
La crisis del modelo capitalista puede ser utilizada para dar lugar a una reflexión sobre como debe de ser la reorganización del mercado de trabajo, se habla mucho de la reducción de la jornada laboral, como señala Cristina Carrasco, este es un punto de vista androcéntrico, en primer lugar, porque sólo se esta considerando al trabajo asalariado, que es el lugar donde menos presentes están las mujeres, por lo tanto se puede decir que “puede reducirse la jornada laboral, incluso puede cambiar cierta organización social del tiempo, pero ello no necesariamente se traducirá en una mejor situación de las mujeres”. [7] Ante esta situación de crisis del modelo capitalista, de los modelos tradicionales de empleo, las mujeres, como señala Cristina Borderias, pueden contribuir a que se “dé una reorganización del trabajo en su globalidad, a que nuevas formas (flexibilidad, trabajo a tiempo parcial, reparto del trabajo,...) se traduzcan en una mayor libertad, en un incremento de la capacidad de elección de horarios, de articulación entre vida personal y trabajo, y no en precarización, aumento de las desigualdades. Lo que, desde la lógica de mercado, se presentan como estrategias para la competitividad, la lucha contra el desempleo, la compatibilidad entre el trabajo y familia debería constituir, además, una posibilidad de nuevo contrato social: la re – negociación de los tiempos de trabajo entre hombres y mujeres.” [8] De esta manera es como se pueden producir cambios en la cultura del trabajo y en las relaciones de género desde las estrategias femeninas, con las que se asegure la independencia económica de las mujeres, pero este es un cambio muy difícil de realizar debido a los sistemas en los que estamos inmersos, en el sistema capitalista lo más importante es el beneficio y por el sistema de género, que sigue marcando las relaciones entre los sexos, la división sexual del trabajo, los roles asignados,... al fin y al cabo lo que se plantea es “construir nuevas modalidades de hacer política para las mujeres” [9]
[1] Arantxa Rodríguez, Begoña Goñi, y Gurutze Maguregi (eds.) “El futuro del trabajo” “Reorganizar y repartir desde la perspectiva de las mujeres.” Pág.24 Edt.: Bakeaz, Centro de Documentación y Estudias de la mujer (CDEM) 1996
[2] Ibidem. p.26
[3] Op.cit. p.23
[4] Ibidem. p.50
[5] Ibidem. p.51
[6] Ibidem. p.55
[7] Op.cit. p.43
[8] Ibidem. p.63
[9] Ibidem p.64
Es en el surgimiento del capitalismo cuando el trabajo asalariado se desarrolla como una forma especifica dentro de este sistema, así “el trabajo asalariado ha pasado a ser casi exclusivamente la única actividad designada como trabajo, aunque la mayoría de las familias (y las mujeres) realicen mayor número de horas de trabajo no asalariado (básicamente doméstico) para subsistir.” [1] Las dos esferas aparecen divididas según la variable sexo, pasando a ser denominado trabajo, el trabajo productivo (desarrollado mayoritariamente por los hombres), de esta manera se crean familias dependientes de los ganadores del pan, es decir, “la mayoría de las familias pasan a depender de un salario, las mujeres pasan a depender económicamente del marido (...)” [2]
Una definición que no aporta esta visión sesgada es la realizada por Recio, según la cual, “el trabajo constituye en todas las sociedades la aportación específicamente humana que conjuntamente con los recursos naturales, permite obtener los bienes y servicios necesarios para la satisfacción de las necesidades humanas” [3] En esta definición tienen cabida todas las formas de trabajo, ya que su eje son necesidades humanas y no el beneficio como ocurre actualmente.
Cristina Borderias tiene en cuenta los análisis que se han realizado sobre el trabajo doméstico y sobre el trabajo asalariado, ambos casos están recorridos por una perspectiva masculina. Así por ejemplo, las ciencias domésticas de EE.UU., han llevado el modelo masculino del mercado laboral al trabajo doméstico, teniendo “como objetivo la introducción en el espacio doméstico criterios de eficiencia, productividad, rentabilidad.” [4] Por otro lado, los estudios marxistas sobre el trabajo doméstico, tratan de llevar las categorías clásicas de esta teoría (plusvalía, valor, producción de valores de uso, etc.) para analizar el trabajo doméstico; el hecho de tener tan presente el mundo masculino del trabajo, el trabajo doméstico se ha invisibilizado; el marxismo pedía la incorporación de la mujer a la esfera pública para ser consideradas sujetos históricos, por lo que el trabajo doméstico era considerado negativo, improductivo,... por lo tanto en esta concepción ha influido la visión masculina del trabajo. “En ambos casos, el trabajo doméstico aparece desvalorizado: cuestionando su valor económico, la lógica de su organización, su papel en el desarrollo social e histórico.” [5] Son también dos los análisis sobre el trabajo asalariado, el primero de ellos, el mercado dual, expone que hombres y mujeres estamos en el mercado, de hecho tendemos a él, pero en él las mujeres ocupan el segmento secundario, aquel que es peor remunerado, que tiene menor prestigio, etc. mientras que los hombres ocupan el segmento primario, apareciendo éste como responsable económico. Desde la otra concepción, la marxista, las mujeres también aparecen como segmento secundario bajo el concepto de “ejercito de reserva”, éstas se pueden incorporar al trabajo asalariado en cualquier momento sin provocar conflictos (en épocas de guerras, mortalidad,...) para luego volver al trabajo doméstico. Estas dos concepciones ven al trabajo doméstico como subsidiario del trabajo productivo.
Las mujeres en la actualidad tienen cada vez una mayor presencia en la esfera pública, se han incorporado al trabajo asalariado, pero no hay que olvidar que hoy en día seguimos viviendo la división sexual del trabajo, hoy en día las mujeres cobran menos que los hombres por la realización de un mismo trabajo, la población activa femenina sigue siendo inferior a la masculina, los puestos de trabajo del sector servicios mayoritariamente están realizados por las mujeres, muchos de estos trabajos son la externalización de actividades que las mujeres realizan en la esfera doméstica (cuidados, atender necesidades personales, etc.), cualidades que se han transferido al mundo de la producción, los puestos de poder siguen estando mayoritariamente en manos de los hombres, etc.
Las mujeres en la actualidad son las encargadas del trabajo doméstico al tiempo que muchas de ellas realizan también trabajo productivo; la subjetividad femenina ha estado desvalorizada, así por ejemplo, el modelo emancipacionista “partía de un modelo de trabajo abstracto, asexuado, neutro", considerando que la supresión de la discriminación, pasaba por la “superación” de la división sexual del trabajo a través de la “incorporación” de las mujeres a todas las profesiones, lo que significaba (...) una homologación con el modelo masculino (...) y la negación de la diferencia de género y la especificidad del trabajo femenino” [6] Es importante revalorizar la doble presencia de las mujeres, y no hablar de doble jornada, ya que el hecho de estar en las dos esferas hace que la persona sea capaz de gestionar ambas esferas. El hecho reside en no presentar a las mujeres como víctimas sino resaltar sus potencialidades.
Los hombres también deberían acceder a esta doble presencia, ya que como hemos dicho es un aspecto que enriquece, que una persona se desenvuelva bien en el ámbito de los cuidados, afectivo, doméstico y en el productivo, hace tener una vivencia plena; el dar más valor a lo afectivo en la sociedad en la que vivimos puede hacer que la sociedad se fije más en el bienestar de las personas, es necesario encontrar formas de articular lo público y lo privado entre hombres y mujeres, para hacer desaparecer el sistema de géneros, es decir, dejar de asignar “lo propio” a cada sexo.
La crisis del modelo capitalista puede ser utilizada para dar lugar a una reflexión sobre como debe de ser la reorganización del mercado de trabajo, se habla mucho de la reducción de la jornada laboral, como señala Cristina Carrasco, este es un punto de vista androcéntrico, en primer lugar, porque sólo se esta considerando al trabajo asalariado, que es el lugar donde menos presentes están las mujeres, por lo tanto se puede decir que “puede reducirse la jornada laboral, incluso puede cambiar cierta organización social del tiempo, pero ello no necesariamente se traducirá en una mejor situación de las mujeres”. [7] Ante esta situación de crisis del modelo capitalista, de los modelos tradicionales de empleo, las mujeres, como señala Cristina Borderias, pueden contribuir a que se “dé una reorganización del trabajo en su globalidad, a que nuevas formas (flexibilidad, trabajo a tiempo parcial, reparto del trabajo,...) se traduzcan en una mayor libertad, en un incremento de la capacidad de elección de horarios, de articulación entre vida personal y trabajo, y no en precarización, aumento de las desigualdades. Lo que, desde la lógica de mercado, se presentan como estrategias para la competitividad, la lucha contra el desempleo, la compatibilidad entre el trabajo y familia debería constituir, además, una posibilidad de nuevo contrato social: la re – negociación de los tiempos de trabajo entre hombres y mujeres.” [8] De esta manera es como se pueden producir cambios en la cultura del trabajo y en las relaciones de género desde las estrategias femeninas, con las que se asegure la independencia económica de las mujeres, pero este es un cambio muy difícil de realizar debido a los sistemas en los que estamos inmersos, en el sistema capitalista lo más importante es el beneficio y por el sistema de género, que sigue marcando las relaciones entre los sexos, la división sexual del trabajo, los roles asignados,... al fin y al cabo lo que se plantea es “construir nuevas modalidades de hacer política para las mujeres” [9]
[1] Arantxa Rodríguez, Begoña Goñi, y Gurutze Maguregi (eds.) “El futuro del trabajo” “Reorganizar y repartir desde la perspectiva de las mujeres.” Pág.24 Edt.: Bakeaz, Centro de Documentación y Estudias de la mujer (CDEM) 1996
[2] Ibidem. p.26
[3] Op.cit. p.23
[4] Ibidem. p.50
[5] Ibidem. p.51
[6] Ibidem. p.55
[7] Op.cit. p.43
[8] Ibidem. p.63
[9] Ibidem p.64
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