El Estado de Bienestar es una forma de estado moderno, en el que las mujeres han tenido un papel importante, tanto desde las reivindicaciones hechas por los movimientos feministas, cuando solicitaban una mayor intervención por parte del Estado en sistemas de protección social (educación, salud, etc.); como después, ya que han sido las que se han ocupado de estos servicios, la mujer se ha incorporado al trabajo productivo, la mayor parte en el sector servicios.
Siguiendo a Gosta Esping Andersen podemos hablar de 3 modelos de Estado de Bienestar, en primer lugar, el modelo americano, en el que los servicios están privatizados y los mecanismos de redistribución de la riqueza son las libres fuerzas del mercado; según mi opinión este no sería un Estado de Bienestar, ya que para que éste se diera, debería existir un Estado que tratara de redistribuir la riqueza de los sectores más favorecidos a lo menos favorecidos. En segundo lugar, el modelo europeo, en el que España está incluida, el estado interviene a través de la Seguridad Social para dar cobertura a los trabajadores/as y a la familia, pero para ello se requiere haber contribuido un tiempo determinado y también existen prestaciones no contributivas. En tercer y último lugar, el modelo escandinavo, “ se caracteriza normalmente como un Estado de Bienestar institucional.(...) proporciona una amplia gama de servicios y de prestaciones que son normalmente de orientación universalista y se perciben como derechos de los ciudadanos.” [1] Este es el más desarrollado de los 3 en cuanto a las prestaciones y servicios que ofrece.
A través del Estado de Bienestar se han desarrollado servicios sociales con la función de cubrir las tareas que realizan las mujeres en la familia, esto ha permitido el acceso de las mujeres al trabajo productivo entre otras cosas. El hecho de que las mujeres se hayan incorporado al empleo, el que se atiendan mediante servicios las tareas realizadas por las mujeres en el seno de la familia, hace que los límites de lo público y lo privado se vean alterados.
Las mujeres cada vez han tenido más presencia en distintos ámbitos, política, empleo, etc. pero lo cierto es que todavía no se puede equiparar con la participación de los hombres. Por otro lado, las mujeres en el empleo se han dedicado al sector servicios, que es lo que antes desarrollaba en el ámbito doméstico trasladado a la esfera pública (enfermera, educadora, trabajadora social,...) hay profesiones muy feminizadas que tienen un menor prestigio social, además el empleo femenino esta peor remunerado que el masculino, los hombres acceden más a los puestos de poder, las mujeres están en mayor medida que los hombres en situaciones de precariedad laboral (eventualidad, tiempo parcial, etc.) Con todo esto podemos decir que se sigue manteniendo la división sexual del trabajo.
El Estado de Bienestar supuso una incorporación de las mujeres al trabajo productivo, el trabajo productivo no se asume en la familia en su totalidad, ya que se crearon servicios de atención que posibilitaron la disminución del peso sobre la familia y en consecuencia sobre las mujeres (guarderías, enseñanza obligatoria, permiso postnatalidad para ambos sexos,...); y también las mujeres se empezaron a sentir más involucradas y reconocidas como ciudadadanas.
Estas mejoras no suponen una igualdad real entre hombres y mujeres, está ahí el sistema de género, el sistema patriarcal, que asignan roles diferentes a ambos sexos y que otorgan un mayor poder al hombre. Por otro lado, hemos visto que se generan servicios para que el peso del trabajo doméstico que recae sobre la mujer, se vea disminuido, pero se han realizado muy pocas políticas que se dirijan a compartir ese trabajo entre hombres y mujeres (democratización de las tareas en el hogar), y además los servicios que se han ido creando, se han organizado en torno al mercado, por ejemplo los horarios en educación suponen que tiene que haber una persona que no trabaje, y en la mayoría de los casos son mujeres.
En lugar de que todo se organizase en torno al mercado, deberíamos preocuparnos porque el bienestar físico, psíquico y social primara sobre el mercado (adaptar el trabajo productivo al reproductivo), trabajando todos/as menos horas y adecuándolas a las necesidades de los individuos, de esta manera podrían trabajar más personas. Por otro lado, sería muy importante romper con la idea de género, es decir, no asignar ninguna característica psicosocial al los sexos, recoger aquellos aspectos que son positivos de cada género e integrarlos en la vida diaria, ir creando lo propio como individuos, dando lugar a una degeneración donde se fuera rompiendo las ideas de construcción social que se asignan a los sexos. Si se llegara a adecuar el mercado a las necesidades de las personas pero no se rompe con el sistema de género, con el patriarcado, se seguirían reproduciendo las desigualdades existentes entre hombres y mujeres. Romper con el sistema de género, no es intentar que los géneros sean iguales, sino romper con las construcciones sociales asignadas a cada sexo, dando lugar a múltiples construcciones psicosociales, sin prestar atención a la biología.
En el sistema en el que vivimos hay profesiones altamente feminizadas y otras masculinizadas. El Trabajo Social es una profesión realizada mayoritariamente por mujeres y surgido como profesión al tiempo que el Estado de Bienestar; este empleo es uno de los que al pasar al ámbito público no ha tomado riendas masculinas, esto se debe a que con el empleo del trabajador social no se enriquece y que las cualidades de la profesión son “típicamente femeninas” (comunicación afectiva, sensibilidad,...)
“La política social ( y dentro de ella el trabajo social) son tomadas como una forma de control y de intervención en la vida cotidiana de los sectores populares, ámbito básico de la producción y de la reproducción de la conciencia social; y como mecanismo de legitimación de las relaciones sociales.”[2] Teniendo en cuenta que el trabajo social es una profesión que esta en manos de las mujeres, puede utilizar el poder que tiene para intentar realizar cambios en las relaciones que se dan entre los sexos, la canalización de este poder puede dirigirse a las formas de política social existentes y hacia el marco teórico – ideológico que mantiene cada acción.
El objeto de la intervención social son también mujeres y “el manejo del poder en lo cotidiano, es un medio conocido para estas” [3] y al igual que se produce en el interior del trabajo social, las mujeres manejan una cuota de poder “que le permite resiginificar los mensajes y discursos, cuestionando de hecho, los modelos impuestos”[4]
Siguiendo a Gosta Esping Andersen podemos hablar de 3 modelos de Estado de Bienestar, en primer lugar, el modelo americano, en el que los servicios están privatizados y los mecanismos de redistribución de la riqueza son las libres fuerzas del mercado; según mi opinión este no sería un Estado de Bienestar, ya que para que éste se diera, debería existir un Estado que tratara de redistribuir la riqueza de los sectores más favorecidos a lo menos favorecidos. En segundo lugar, el modelo europeo, en el que España está incluida, el estado interviene a través de la Seguridad Social para dar cobertura a los trabajadores/as y a la familia, pero para ello se requiere haber contribuido un tiempo determinado y también existen prestaciones no contributivas. En tercer y último lugar, el modelo escandinavo, “ se caracteriza normalmente como un Estado de Bienestar institucional.(...) proporciona una amplia gama de servicios y de prestaciones que son normalmente de orientación universalista y se perciben como derechos de los ciudadanos.” [1] Este es el más desarrollado de los 3 en cuanto a las prestaciones y servicios que ofrece.
A través del Estado de Bienestar se han desarrollado servicios sociales con la función de cubrir las tareas que realizan las mujeres en la familia, esto ha permitido el acceso de las mujeres al trabajo productivo entre otras cosas. El hecho de que las mujeres se hayan incorporado al empleo, el que se atiendan mediante servicios las tareas realizadas por las mujeres en el seno de la familia, hace que los límites de lo público y lo privado se vean alterados.
Las mujeres cada vez han tenido más presencia en distintos ámbitos, política, empleo, etc. pero lo cierto es que todavía no se puede equiparar con la participación de los hombres. Por otro lado, las mujeres en el empleo se han dedicado al sector servicios, que es lo que antes desarrollaba en el ámbito doméstico trasladado a la esfera pública (enfermera, educadora, trabajadora social,...) hay profesiones muy feminizadas que tienen un menor prestigio social, además el empleo femenino esta peor remunerado que el masculino, los hombres acceden más a los puestos de poder, las mujeres están en mayor medida que los hombres en situaciones de precariedad laboral (eventualidad, tiempo parcial, etc.) Con todo esto podemos decir que se sigue manteniendo la división sexual del trabajo.
El Estado de Bienestar supuso una incorporación de las mujeres al trabajo productivo, el trabajo productivo no se asume en la familia en su totalidad, ya que se crearon servicios de atención que posibilitaron la disminución del peso sobre la familia y en consecuencia sobre las mujeres (guarderías, enseñanza obligatoria, permiso postnatalidad para ambos sexos,...); y también las mujeres se empezaron a sentir más involucradas y reconocidas como ciudadadanas.
Estas mejoras no suponen una igualdad real entre hombres y mujeres, está ahí el sistema de género, el sistema patriarcal, que asignan roles diferentes a ambos sexos y que otorgan un mayor poder al hombre. Por otro lado, hemos visto que se generan servicios para que el peso del trabajo doméstico que recae sobre la mujer, se vea disminuido, pero se han realizado muy pocas políticas que se dirijan a compartir ese trabajo entre hombres y mujeres (democratización de las tareas en el hogar), y además los servicios que se han ido creando, se han organizado en torno al mercado, por ejemplo los horarios en educación suponen que tiene que haber una persona que no trabaje, y en la mayoría de los casos son mujeres.
En lugar de que todo se organizase en torno al mercado, deberíamos preocuparnos porque el bienestar físico, psíquico y social primara sobre el mercado (adaptar el trabajo productivo al reproductivo), trabajando todos/as menos horas y adecuándolas a las necesidades de los individuos, de esta manera podrían trabajar más personas. Por otro lado, sería muy importante romper con la idea de género, es decir, no asignar ninguna característica psicosocial al los sexos, recoger aquellos aspectos que son positivos de cada género e integrarlos en la vida diaria, ir creando lo propio como individuos, dando lugar a una degeneración donde se fuera rompiendo las ideas de construcción social que se asignan a los sexos. Si se llegara a adecuar el mercado a las necesidades de las personas pero no se rompe con el sistema de género, con el patriarcado, se seguirían reproduciendo las desigualdades existentes entre hombres y mujeres. Romper con el sistema de género, no es intentar que los géneros sean iguales, sino romper con las construcciones sociales asignadas a cada sexo, dando lugar a múltiples construcciones psicosociales, sin prestar atención a la biología.
En el sistema en el que vivimos hay profesiones altamente feminizadas y otras masculinizadas. El Trabajo Social es una profesión realizada mayoritariamente por mujeres y surgido como profesión al tiempo que el Estado de Bienestar; este empleo es uno de los que al pasar al ámbito público no ha tomado riendas masculinas, esto se debe a que con el empleo del trabajador social no se enriquece y que las cualidades de la profesión son “típicamente femeninas” (comunicación afectiva, sensibilidad,...)
“La política social ( y dentro de ella el trabajo social) son tomadas como una forma de control y de intervención en la vida cotidiana de los sectores populares, ámbito básico de la producción y de la reproducción de la conciencia social; y como mecanismo de legitimación de las relaciones sociales.”[2] Teniendo en cuenta que el trabajo social es una profesión que esta en manos de las mujeres, puede utilizar el poder que tiene para intentar realizar cambios en las relaciones que se dan entre los sexos, la canalización de este poder puede dirigirse a las formas de política social existentes y hacia el marco teórico – ideológico que mantiene cada acción.
El objeto de la intervención social son también mujeres y “el manejo del poder en lo cotidiano, es un medio conocido para estas” [3] y al igual que se produce en el interior del trabajo social, las mujeres manejan una cuota de poder “que le permite resiginificar los mensajes y discursos, cuestionando de hecho, los modelos impuestos”[4]
Es importante defender esta profesión y que sus trabajadoras/es conozcan la perspectiva de género para que se puedan ir dando cambios sociales.
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